Los últimos cuatro años han sido especialmente complicados para la democracia en Europa. Cuando la Primavera Árabe comenzó, muchos europeos no comprendieron cómo las revoluciones y las dificultades que estaban pasando en múltiples lugares iban a afectar a nuestros países, nuestras ciudades y nuestras vidas. A medida que se derrocaron dictadores en Oriente Medio, los muros y fronteras políticas que evitaban el libre movimiento de las personas cayeron con ellos.
La UE fue cómplice de dichas dictaduras e incluso las apoyó con la intención de evitar la inmigración. Su caída obligó a Europa a actuar antes de la “apertura” repentina de las fronteras, que permitiría la circulación a millones de personas.
Al mismo tiempo, los años 2013 y 2014 marcaron un nuevo comienzo para las dificultades de personas migrantes y refugiadas en Alemania debido a que se hicieron mucho más visibles. La marcha a Bruselas y la ocupación de Oranienplatz o de Ohlauer formaron parte de un acto de apertura de la lucha por una democracia abierta, pluralista y distinta, una democracia que considere a sus habitantes como agentes activos. Fue un acto de apertura de grandes consignas: “Sin fronteras, sin naciones”; “Viviendas para todas”; “Libertad de movimiento”.
La gente se movilizó. Durante el verano y el otoño de 2015, millones de personas salieron a la calle. Muchas nunca se habían organizado políticamente antes, pero entonces crearon iniciativas de bienvenida o fueron a estaciones de tren, refugios y espacios públicos para ofrecer comida o apoyo a las personas refugiadas.
Sin embargo, poco cambió en la esfera política. En Alemania, a pesar de haber llegado en gran número, las peticiones de las personas refugiadas y sus defensoras apenas se abordaron con tímidas reformas al tiempo que se simplificaron los procesos de deportación. Se les dejó a merced de una muerte social mientras esperaban en un limbo burocrático digno de una pesadilla kafkiana en la que se condena a las personas a dicha muerte social por verse obligados a esperar una luz verde para ir al médico, otra luz verde para tener una vivienda digna, otra para poder empezar a ganarse la vida… Todo a pesar de que la guerra, la pobreza y el terror que les obligó a huir no eran razones que ellos mismos pudieran controlar.
Solidarity City Berlin nació poco a poco a finales de 2015 con el comienzo del invierno. Nos dimos cuenta de que aquel ciclo inicial de lucha no podía conseguir los cambios que permitieran a las personas vivir con dignidad y como iguales. Decidimos centrarnos a escala local para poder intervenir de forma más directa y ejercer más presión.
Solidarity City Berlin cree que el mañana puede ser distinto, que otra democracia es posible ahora. Somos ciudadanas y trabajadoras; personas refugiadas y personas indocumentadas; cristianas, judías, musulmanas; hombres, mujeres y personas de otros géneros. Somos berlineses comunes y corrientes y amamos la ciudad por su gente y por la esperanza que emana de nosotras. Ante un mundo que parece desmoronarse, nos hemos unido para, entre todas, redefinir la ciudad desde la democracia, la calle y la gente. Todas a una.
Si la sociedad se define a través de la democracia y ésta se configura a través de la capacidad de la gente común de unirse y tomar decisiones, nosotras decidimos unirnos y trabajar juntas para hacer que esto salga adelante. Nos cansamos de esperar al gobierno y decidimos que había que actuar ya. Nos hemos unido para explorar maneras de ayudarnos unas a otras.
La legislación local actual deniega y restringe el acceso general a la toma de decisiones. Queremos desarrollar un modelo de democracia participativa que amplíe la capacidad de las personas para tomar decisiones. Nuestras vidas se definen a través de relaciones que dejan a la mayoría de las personas en una situación de escaso empoderamiento y les obligan a vivir en una realidad que no han podido decidir. Si queremos tomarnos en serio el concepto de democracia, debemos permitir que todas las personas sean capaces de intervenir en la construcción de una sociedad común, un Berlín común, solidario, para todas.